CUADERNO DE LÍNEAS LÍMITE (2021)

Cortometraje experimental. 27 min. 4k. España. 2021. Creado por Cecilia Molano, Ángela Bonadies y María Royo

 

¿Por qué islas?

Puedo empezar por varios puntos de partida, como si saliera o entrara por cualquier segmento de una orilla continua, sin claridad hacia dónde dirigirme. La isla ha aparecido en los últimos tiempos en muchas formas, incluso en sueños: en uno de ellos, viajaba a una isla desértica para asistir a un festival de cine en un paraje que recordaba el paisaje agreste de un western. Allí encontraba a un amigo cineasta que me recomendaba, subido en la cabina sin techo de una pick-up, qué películas ver. Al despertar le escribí y su respuesta fue, “yo haría exactamente eso, te recomendaría, subido a una camioneta o a un caballo, algunas pelis. El lugar seguramente es la isla de San Borondón”. Esa isla huidiza, que recuerda la móvil insularidad de Moby Dyck, que aparece y desaparece de los mapas oceánicos para evitar cualquier intento de conquista.

En otro sueño, la imagen de una contraportada donde sólo aparecía una palabra repetida: “Holguín”. Y bocas desenfocadas que se movían, muy cercanas, gesticulaban y sólo alcanzaban a decir: “Holguín”, muchas veces, sin interrupción, hasta el agotamiento. Holguín es para mí Reinaldo Arenas, el hombre que asocio con la idea insular y sus colores, con la promiscuidad y el sudor, con la escritura brillante y el oscuro hacinamiento, cuyo apellido lame y hace plural el perímetro de Cuba, donde nació. Ese que describió con tanto rigor el mar, le dedicó un capítulo de Antes que anochezca a Holguín, una ciudad cubana de interior en la que vivió, contrafigura de tierra que subraya la movediza orilla y la contradictoria isla:

“El día del cobro yo me iba para el cine, que era el único lugar mágico de Holguín; el único lugar al que uno podía entrar y escapar de la ciudad, al menos por unas horas. Por entonces iba solo al cine, pues me gustaba disfrutar de aquel espectáculo sin compartirlo con nadie. Me sentaba en el gallinero, que era el lugar más barato, y veía a veces hasta tres películas por cinco centavos. Era un enorme placer ver a aquellas gentes cabalgando praderas, lanzándose por unos ríos enormes o matándose a tiros, mientras yo me moría de aburrimiento en aquel pueblo sin mar, sin ríos, ni praderas, ni bosques, ni nada que pudiera ofrecerme algún interés.”

El cine y la isla, la isla y la escritura, la isla con y sin mar, el cine como isla. Se abre su morfología semihundida como concepto, como posibilidad e imposibilidad: un pequeño mundo de orillas sinuosas cuya silueta no es del todo clara, está por definir, entre tierra y agua, de contornos difusos. “La maldita circunstancia del agua por todas partes”, decía Virgilio Piñera en La isla en peso, mientras Henri Michaux las emparentaba con los icebergs y se situaba en su polar lejanía: “Icebergs, Icebergs, solitarios sin necesidad, países taponados, distantes, y libres de parásitos. Parientes de las islas, parientes de los manantiales, cómo os veo, cómo me sois familiares…”

La isla como recuento arbitrario, personal, que construye un mapa del pequeño archipiélago de referencias en el que hundo la cabeza y asomo el lomo: notas tomadas durante un tiempo que dan una idea que se mueve entre documentos de ficción. Trozos de tierra sitiados por agua, refugios y cárceles, especies de “fin de mundo”, paraísos encontrados y perdidos, martirios cíclicos, condenas ketamínicas, mareas envolventes, yuxtaposiciones y contrapuntos, posibilidad abierta de terminar y comenzar algo, de salir y entrar por bordes lamidos: pedazos de sólidos que muerden el mar, animales-territorios que asoman sus caparazones y dientes en busca del sol. “¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?”-preguntó John Donne.

“Soñar con islas”, decía Deleuze, “es soñar que uno se separa, que se está ya separado, lejos de los continentes, que se está solo y perdido, o bien es soñar que se vuelve a empezar de cero, que se re-crea, que se recomienza”. Ser isla y moverse en un conjunto de soledades, aunque se haya escrito que “ninguna persona es una isla”, denota la belleza de una imagen que empieza y termina en un límite móvil que no es tal. Por eso, cuando recibí esta invitación, pensé en un grupo de artistas cuyas películas rodearan el concepto “isla”: para ampliar la especulación y el imaginario sobre este espacio continuo de creación, recreación y separación, en movimiento perpetuo.

Ángela Bonadies

Agosto, 2021

  • https://traficovisual.com/2021/08/24/por-que-islas-propuesta-curatorial-de-angela-bonadies-acerca-de-los-territorios-insulares/
  • Solar. Acción Cultural con el apoyo de Cabildo de Tenerife y del ICDC Instituto Canario de Desarrollo Cultural, presenta la nueva propuesta de comisariado para Solo licencia de RECONOCIMIENTO un archivo online de trabajos de vídeo seleccionados por la artista Ángela Bonadies y que será de libre consulta y descarga a partir del 13 de agosto.La propuesta ¿Por qué islas? de Ángela Bonadies (Venezuela, 1970) propone acercamientos al concepto “isla” desde el lenguaje cinematográfico, con trabajos que se concentran en distintos aspectos: como lugar geológico, como espacio digital, como aproximación a la idea de límite desde la correspondencia y desde la visión irónica que juega con el exotismo. Con este conjunto de vídeos, Bonadies intenta señalar que existen múltiples relatos con la isla como punto de partida y llegada o, incluso, como cuerpo simbólico que aparece y desaparece.

    En sus propias palabras: El cine y la isla, la isla y la escritura, la isla con y sin mar, el cine como isla. Se abre su morfología semihundida como concepto, como posibilidad e imposibilidad: un pequeño mundo de orillas sinuosas cuya silueta no es del todo clara, está por definir, entre tierra y agua, de contornos difusos. “La maldita circunstancia del agua por todas partes”, decía Virgilio Piñera en La isla en peso, mientras Henri Michaux las emparentaba con los icebergs y se situaba en su polar lejanía: “Icebergs, Icebergs, solitarios sin necesidad, países taponados, distantes, y libres de parásitos. Parientes de las islas, parientes de los manantiales, cómo os veo, cómo me sois familiares…”

    Los trabajos que integran esta propuesta online son speculum orbe caribbean de Ana Mosquera, Cuadernos de líneas límite de Cecilia Molano y María Royo, Trópico de Cristian Guardia y Sol tan lejos de Eszter Katalin y Camila Téllez. Todos ellos están sujetos a Solo Licencia de Reconocimiento, tal y como se piensa desde la colección online que Solar. Acción Cultural comenzó el pasado 2020. Esta línea de trabajo trata de poner en contraste, paralelismo y transversalidad distintos discursos provenientes del arte como vía para crear sinergias de pensamiento que construyan nuevos procesos y relatos con la idea de generar una Colección. Solo Licencia de Reconocimiento es un formato de investigación continua y estable en el que profesionales de diferentes campos de las humanidades, desarrollen planteamientos que reflexionen sobre distintas cuestiones a partir del pensamiento simbólico, en régimen de Creative Commons (solo licencia de Reconocimiento). De tal manera, la colección resultante es un cuerpo de contenidos relacionados, que pueden ser utilizados o manipulados como parte de otros procesos, cuya base se encuentra en la creación colectiva.